Viaje a Arnhemland (cuento)
En esa noche tan calurosa de verano, dio una mirada ágil y soberbia alrededor, como buscando un objeto desconocido. De pronto, vio a una mujer —era imposible que fuese menor que él— de ojitos perdidos, que no parecía de este mundo (aunque no pensó que fuera una chica cósmica, ni aparecida por la divinidad) y su vestido le favorecía en partes. El cabello oscuro era como el cometa que buscaba para sí mismo. Pese a que había un estruendo mayor por la música, centró su atención en la hermosa mujer, que burlaba los años como nadie que conociera. En su cabeza no corrió la idea de que tuviese un novio o que fuera madre. Su esbeltez compensaba su tamaño. Y era una fémina que acaparaba la atención, pero que la desdeñaba con soltura. El joven agotado por el mismo ritmo que se oía en la reunión, decidió escabullirse y sacarla a bailar. Ella estaba sentada un tanto aburrida, pero no podía hacer muecas que restaran limpidez a...