Intervención de Aarón Pajuelo. Presentación del libro Confesiones de un inglés comedor de opio de Thomas de Quincey



Muchas gracias a todos por su presencia esta noche. Quiero agradecer a Colmena editores por confiarme este proyecto tan fascinante y aleccionador. Y confesarles que este proyecto me ha dejado gratos momentos y valiosas enseñanzas.

Quisiera comenzar esta intervención, mencionándoles que, si bien la tarea del traductor es generalmente silenciosa, me gustaría contarles un poco del desarrollo de esta traducción.

Esta actividad me llevó cerca de once meses, quizás entre los años 2020 y 2021. Fue un tiempo más de lo esperado, ya que fue un periodo donde me encontraba en una intensa labor editorial y también con muchos problemas de estrés. Sin embargo, gracias a este proyecto y a Armando Alzamora, pude reorganizarme y combatir mis dificultades, así como reconectarme con el idioma inglés.

Como todos saben, toda actividad literaria se realiza en completa soledad. No obstante, la traducción hecha por Luis Loayza (escritor peruano perteneciente a la generación del 50) fue una grata compañía y se convirtió en mi libro de cabecera. Sería mezquino de mi parte no citarlo como mi principal fuente de inspiración, ya que en esta hallé la solución a muchas de las interrogantes que me asaltaban en varios pasajes del libro, tales como frases idiomáticas o expresiones referidas a la esfera intelectual del autor e, incluso, conocer la identidad de los personajes que Thomas de Quincey había dejado en el anonimato.

 Asimismo, quiero mencionar que otro texto de consulta fue La tarea del traductor del filósofo alemán Walter Benjamin, que es un libro fundamental para la traductología. De él comprendí que toda obra traducida se convierte en una nueva versión del original, pues, para el filósofo, es primordial que todo traductor se reconozca como un nuevo creador. Así, pues, que reconozca que siempre existirá una relación de parentesco del tipo padre e hijo entre la obra de partida y la obra de llegada. Esto me hizo caer en cuenta de que, pese a la evidente intertextualidad con otras traducciones españolas, me encontraba ante mi propia versión.

Ahora bien, acerca del proceso que adopté, en realidad, fue muy sencillo. A fin de cuentas, me encontraba ante mi primera asignación como traductor. Diariamente, trabajaba en la traducción de cada oración y, posteriormente, de párrafos enteros. Ante frases o palabras desconocidas, en contextos que no me eran familiares, me apoyaba en una edición actualizada del diccionario de Oxford y de otros diccionarios digitales que recordaba de mi época de estudiante. Ciertamente, recurría a traducciones en español cuando necesitaba despejar mi incertidumbre en casos puntuales. Debo mencionar también la asistencia de la editorial, que fue esencial. De igual modo, debo precisar que, junto a lo mencionado, el espacio idóneo proporcionado por mi familia me permitió enfocarme y mantenerme constante en el proyecto.

Sobre esta versión de Confesiones de un inglés comedor de opio, el equipo editorial y quien les habla se han esforzado en redactar notas al pie para explicar las referencias artísticas y académicas presentes a lo largo del libro. De este modo, el público podrá contar con una imagen de época completa y nunca sentirse ajeno al tiempo evocado. Asimismo, me gustaría aludir el valioso apoyo académico de Flor Arellys Buzios en los helenismos, y de Michel Nieva en los latinismos.

Por último, creo, además, que este libro todavía no ha ingresado a una valoración del tremendo influjo que representa una obra completamente pionera. Mi comentario ciertamente no es crítico, tal vez me demoraría mucho más en brindar una valoración literaria; sin embargo, puedo afirmar que ha sido un privilegio ser la persona que lo ha traducido. Y estoy seguro de que este diálogo que he sostenido con Confesiones va a perdurar, y espero que también perdure en ustedes: sus nuevos lectores.

Muchas gracias.



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